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lunes, 10 de febrero de 2014

LA SEXUALIDAD NO ES SOLO PARA LA JUVENTUD

No es malo ser hombre, mujer, homosexual, bisexual, transexual, etc., si nos identifica ante uno mismo y ante los demás, 



lo abominable es que pasemos a ser asexuados (ni los animales entran en tal categoría), por el simple hecho de haber cumplido más de 60 años.




Se supone que una vez alcanzada la madurez y seguridad que brinda la experiencia, cuando
las mismas tienen más peso que los tabúes, cuando se toma conciencia de que la vida es limitada, aparece el deseo más intensamente que nunca suplicando ser vivido a pleno, pero el peso de los prejuicios está siempre presente.
Las generaciones más jóvenes condenan tales sentimientos y actos en los AM colocándolos en un lugar marginal, del cual resulta difícil salir ileso.
La sexualidad es algo que existe desde que el ser humano nace hasta que muere y, a pesar de las modificaciones que va teniendo a lo largo del tiempo, la necesidad de estar con el otro es algo que puede darse placenteramente en cualquier momento de la vida. Es parte inherente a la condición humana y nos acompañará durante todo el transcurso de nuestra vida.
Las personas que tienen sesenta, setenta y ochenta años tienen derecho a disfrutar de su
vida entera en plenitud, incluyendo la sexualidad. Esta sexualidad varía con los años pero está presente, es una forma muy fuerte de comunicación en una pareja a cualquier edad, e incluso puede ser muy importante para el buen tránsito por etapas del envejecimiento.
Siguiendo la línea de reflexión del Dr. Salvarezza: «La visión puritana de la sociedad despliega concepciones moralistas tales como que la sexualidad en los viejos no es ni posible ni necesaria, y si ocurre, no es normal.
Se constituye así un doble juego de valores. Por un lado se niega la sexualidad y la idea de su presencia escandaliza y por el otro, se torna fuerte el clisé de «viejo verde».

El viejo queda de esta manera atrapado en la disyuntiva de no tenerla o tenerla, pero ser desplazado por enfermo, teme al escándalo o al ridículo, producto de la presión de la opinión, la persona se vuelve esclavo del que dirán, se imbuye en las consignas de decencia y de castidad impuestas por la sociedad.


 Sus propios deseos le avergüenzan, los niega; se rehúsa a ser ante sus propios ojos un viejo lubrico, una vieja desvergonzada. 


Se defiende de sus impulsos sexuales al punto de reprimirlos en el inconsciente. 




Los avisos comerciales de la televisión nos dan un estereotipo en el que la sexualidad solo existe para personas jóvenes, lindas con músculos duros y cuerpos ágiles, la idea de personas añosas gozando se presenta como algo lúbrico y repugnante




Al negarse a reconocer la sexualidad en los viejos, las generaciones más jóvenes, se niegan a reconocerse a sí mismos en los viejos que serán, en sus deseos y posibilidades, y esto acarreara muchas dificultades al momento de lidiar con la vejez.




Hay una creencia socialmente instalada de que los viejos no tienen deseos y no son seres
atractivos. 



Pero creo que es muy importante tener en cuenta que el atractivo no se basa sólo en el aspecto físico, (la aparición de canas o la caída del cabello, las arrugas o los cambios corporales), 



sino que el carisma, la calidez, la honestidad y el respeto son factores fundamentales para generar atracción.




Los profesionales que estudian la vejez sostienen que no hay concepción más falaz que
suponer que el sexo es privativo de la juventud. 



La inclinación hacia el sexo está siempre presente porque es una necesidad no sólo biológica, sino emocional y afectiva.





 El sexo es un aspecto importante en la vida de una persona, independientemente de la edad.



«El vínculo amoroso establece un espacio de encuentro íntimo que no envejece»



Fuente Envejecer en el siglo XXI