Probablemente Cristóbal Colón no imaginó, al introducir la planta de
tabaco en el Viejo Continente, que estaba gestando el cambio social y
cultural más grande de la historia. Desde aquella época hasta nuestros días,
el consumo de la hoja de tabaco se ha transformado de un hábito glamoroso
exclusivo de nobles y cortesanos, en la adicción más fuerte que se haya
conocido, con 1.100 millones de fumadores en todo el planeta, casi un tercio
de la población mundial.
El tabaco es la segunda causa de muerte en el mundo, pero la primera causa
evitable. Se estima que un fumador regular desde la adolescencia, tiene una
expectativa de vida reducida entre 10 y 14 años. Actualmente el tabaco
produce 5 millones de muertes/año en todo el mundo y cerca de 40.000
muertes/año en Argentina. Si la tendencia actual persiste, la OMS calcula que
estos números se duplicarán en el 2020. Los costos económicos son igualmente
devastadores: a nivel mundial, las pérdidas generadas por el tabaco son
cercanas a los us$ 200 billones anuales; la mitad por gastos en salud, y la
otra mitad por pérdida de productividad generada fundamentalmente por la
muerte o discapacidad de gente joven. Un trabajo realizado por el Ministerio
de Salud de Argentina calcula que los gastos ocasionados en nuestro país por
atender enfermedades relacionadas con el tabaco son de aproximadamente 7 mil
millones de pesos/año, cifra superior a la recaudada en impuestos por el
Ministerio de Economía en todo el 2006.
Está demostrado que el tabaco es causa de un gran número de enfermedades,
dentro de las que se encuentran, como principales exponentes, el cáncer, la
enfermedad coronaria, los accidentes cerebrovasculares y la enfermedad
pulmonar obstructiva crónica. También el tabaco ha mostrado tener un efecto
deletéreo durante el embarazo, siendo el responsable de un gran número de
abortos y nacimientos de pretérmino. En los últimos años se ha demostrado que
los fumadores de segunda mano o fumadores pasivos (es decir aquellos que
inhalan el humo de tabaco ambiente generado por un fumador de primera mano o
activo) también sufren un riesgo elevado de padecer serias enfermedades. El
principal factor de riesgo para el síndrome de muerte súbita del lactante es
el hecho que se fume en su hogar; un niño expuesto al humo de tabaco tiene,
además, un mayor riesgo de padecer asma, rinitis, otitis y otras enfermedades
de la vía aérea. Del mismo modo, los adultos que conviven (en el hogar o en
el trabajo) con un fumador, tienen casi el doble de riesgo de sufrir un
infarto de miocardio o un cáncer de pulmón, comparado con aquellos que no
conviven con fumadores.
En el ámbito estrictamente asistencial, es esencial que los médicos y
los efectores del sistema de salud identifiquen y brinden tratamiento a todo
fumador. Tanto el consejo individual, como el grupal y el telefónico son
efectivos. Del mismo modo, se puede apelar a los tratamientos farmacológicos
que han demostrado científicamente ser muy útiles para dejar de fumar. Es un
camino difícil y con habituales caídas, pero no hay que claudicar. Los
beneficios del abandono son enormes y abarcan no solo el bienestar y la salud
del propio fumador, sino también la de sus seres queridos. Se puede dejar de
fumar. Solo hay que tomar conciencia del problema y pedir ayuda.
Fuente: Dr. Silvio Payaslian (Especialista en Medicina Interna,
Director Médico de los Centros Ambulatorios de Swiss Medical Group)
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