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domingo, 1 de diciembre de 2013

DOLOR CRÓNICO Y SU INCIDENCIA EN LA CALIDAD DE VIDA

La Organización Mundial de la Salud (OMS) informa que en el año 2000 ya existían 600 millones de personas mayores de 60 años afectadas por dolor crónico.
Quienes padecen dolor permanente, a menudo se sienten desesperanzados y muchos caen en la depresión -investigaciones recientes revelaron que el 20% de los ciudadanos europeos con dolor crónico sufrieron episodios de depresión-. El dolor crónico también puede afectar la capacidad del enfermo para trabajar. Por ejemplo, en Europa se pierden 500 millones de días de trabajo al año debido al dolor crónico, lo que le cuesta a la economía europea cerca de 34.000 millones de euros. Según las estadísticas manejadas en el estudio "Dolor en Europa", el trabajo más ambicioso sobre dolor permanente realizado hasta la fecha, uno de cada cinco pacientes con dolor crónico ha perdido su trabajo debido a su afección. Estas cifras son más altas en países como Dinamarca u Holanda, donde el porcentaje de pérdida de trabajo por el dolor crónico se eleva al 29%. Según estadísticas publicadas en España por el grupo “Area3”, la magnitud de este problema es tal, que el 4,8% del total de las inasistencias laborales se debe a esta problemática.  “El dolor crónico es un síntoma frecuente en la medicina y las enfermedades que pueden generarlo son innumerables”, Fibromialgia, el Dolor Psicosomático, La Artritis Reumatoide, Parkinson, secuelas poliomielíticas, etc., señaló a la Agencia CyTA la doctora Graciela Jacob, coordinadora del Programa de Cuidados Paliativos del Instituto Nacional del Cáncer (INC), organismo dependiente de la cartera sanitaria. “Por eso, es de trascendental importancia, que los profesionales cuenten con las competencias básicas en el manejo del dolor”.
Cuando el dolor se instala en el individuo, este quiebra con su prevalencia todo proyecto, no hay motivaciones, perturba los entendimientos, desbarata la personalidad genuina y espontánea del ser humano, privándolo de su libertad, porque todo gira en torno al dolor. La calidad de vida del paciente se ve afectada en todo sentido.
Ese dolor que no logra responder al tratamiento da paso a la ansiedad, la depresión, la ira y la irritabilidad, son formas que el organismo posee para expresar un desequilibrio, una desarmonía, una pérdida del orden vital. Laboralmente, puede llegar a afectar a la capacidad de trabajar, produciendo un sentimiento de inutilidad y problemas económicos, ya que un dolor crónico llega a hacer que las personas se planteen el para qué y el porqué de la vida. Normalmente tenemos la experiencia de que el dolor es pasajero y controlable; pero cuando aparece un dolor resistente, que no se pasa, nuestra concepción del mundo se tambalea.
El círculo vicioso de sufrimiento, insomnio y tristeza se denomina "el trío terrible". La necesidad de calmar el dolor puede provocar adicción a las drogas en ciertas personas y llevar a otras a someterse a varias intervenciones quirúrgicas o tratamientos de naturaleza dudosa o cuestionable.  Todos estos motivos nos dan la pauta de que “El abordaje tiene que ser multidimensional y multidisciplinario. No sólo desde el punto de vista medicamentoso, sino también kinesiológico, de rehabilitación, psicoemocional  y espiritual”.                                                                   
Los profesionales como miembros activos de la sociedad deben conocer y entender la transformación cultural que ha sufrido el concepto del alivio del dolor. Ser parte activa de su evolución y del cambio de los conceptos relacionados con él, para lograr una perfecta interpretación y un mayor acercamiento en las manifestaciones que a diario encontramos en los pacientes que lo padecen.                                                                                                                                                    

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