Si bien se
ha definido al Parkinson como una enfermedad signada por los síntomas motores
de rigidez muscular, temblor y lentitud, hoy sabemos que puede presentar un
amplio abanico de manifestaciones no motoras, entre ellas se cuentan los
problemas de la función sexual. Hablar de problemas sexuales en la EP es hablar
de los síntomas propios de la entidad y no solamente de una consecuencia de la
disfunción motora. Asimismo, esta problemática impacta no solamente en la
calidad de vida del paciente, sino también de su pareja. La disfunción sexual
en la EP es compleja y multicausal ya que intervienen factores psicológicos,
neurobiológicos, farmacológicos y fisiológicos; mas allá de lo estrictamente
relacionado con la enfermedad. Cabe aquí recordar que la EP es más frecuente en
personas mayores de 60 años y la edad en sí misma es un factor de riesgo para
alteraciones del funcionamiento sexual en la población general. Además es en
esta edad en la cual confluyen otras dolencias como la hipertensión arterial,
la arterioesclerosis, la diabetes mellitus entre otras, que por sí solas pueden
agravar cuando no generar trastornos en el normal funcionamiento sexual. La
depresión, que como es sabido puede afectar a muchas personas con EP, puede
interferir con la actividad sexual, por si sola o, como también ocurre con la
hipertensión arterial, por acción de los fármacos usados para combatirlas a
ambas.
¿La medicación que se utiliza en el tratamiento de la EP puede afectar la sexualidad de la pareja?
Algunos
fármacos que se utilizan en el tratamiento, como ciertos antidepresivos y
neurolépticos, pueden tener como potencial efecto adverso alteraciones en la
función sexual normal. Por otro lado, varios agonistas dopaminérgicos,
inhibidores de la monoaminooxidasa B y hasta la propia levodopa pueden generar
aumento de la libido e hipersexualidad en el contexto de lo que se llama
“trastorno del control de impulsos”. Este grupo de trastornos derivado de una
alteración de los llamados “sistemas cerebrales de recompensa” se da sólo en
algunos pacientes que tienen cierto perfil con dificultades en el manejo de
distintos impulsos y se cree que habría factores de predisposición genética
implicados. Muchos de estos pacientes no lo manifiestan en la consulta porque
les resulta embarazoso o porque no lo vinculan con la enfermedad o con estas
medicaciones o porque nosotros los médicos no lo preguntamos explícitamente.
Todo ello resulta en un alto índice de infradiagnóstico de este problema y la
consiguiente falencia en el manejo de la enfermedad.
¿Dado que los pacientes fluctúan en periodos de On y Off, es conveniente planificar las relaciones sexuales? ¿Esa falta de espontaneidad puede ser contraproducente para la pareja?
A pesar de
no existir una línea guía, se recomienda a los pacientes hacer coincidir la
actividad sexual con los “buenos momentos”(períodos ON). De hecho hay personas
con EP que prefieren mantener sus relaciones íntimas en la mañana cuando están
bajo la estimulación dopaminérgica o bajo los efectos del “beneficio por
sueño”. En mi experiencia, cuando estos temas son discutidos previamente con la
pareja no genera menoscabo a la relación a pesar de que se planifiquen estos
momentos
¿Qué hago si tengo problemas sexuales, con quién lo hablo?
Es
de vital importancia la temprana detección de las alteraciones en la esfera
sexual en pacientes afectados por la EP para optimizar el manejo terapéutico.
Para ello es fundamental una buen relación médico paciente en donde la persona
con EP pueda discutir esta problemática con confianza y tranquilidad. De esa
manera el médico irá contemplando los distintos factores que podrían estar
implicados en la génesis de estas alteraciones para un abordaje integral en
donde, en no pocas ocasiones, se recurrirá al trabajo interdisciplinarios de
otros especialistas como urólogos, ginecólogos, internistas, psiquiatras,
psicólogos, entre otros, para que junto al paciente se elaboren las estrategias
necesarias para recuperar una vida sexual plena.
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